viernes, 23 de diciembre de 2011

JORGE SANTIAGO PEREDNIK - HOMENAJE

(*)Jorge Santiago Perednik: nació en Buenos Aires en 1952. Publicó como poeta “Los mil micos” (1979), “El cuerpo del horror” (1981), “El shock de los lender” (1985), “Un pedazo del año” (1986), “El fin del no” (1991) “Variaciones pad- in” (1996), “La desconocida-Circo macedonista sobre "Adriana Buenos Aires" (1998), “El gran derrapador” (2002), “El todo, la parte” (México, 2005), “La querella de los gustos” (2006) . Publicó también varios libros de ensayos y traducciones de escritores de habla inglesa entre los que figura E.E. Cummings, Charles Olson, John Milton, William Carlos Williams y Jonathan Swift. En 1980 fundó la revista Xul. Signo viejo y nuevo y desde 1995 co-dirige la revista DERIVA de la literatura.
FALLECIÓ HOY 23 DE DICIEMBRE
ALGUNOS ARTÍCULOS SE HAN PUBLICADO EN ESTA REVISTA
El todo la parte



Uno, bajo un arbusto de números

desnudos, multiplicamos y dividimos

sin poder sumar o restar

en un diluvio persistente

que los árabes llamaban el cero.

Cero es eros

uno es error

dos equivocación.

Bajo ese arbusto estabas vos

y yo no podía acercarme.

Bajo ese arbusto estaba yo

y no me reconocía.





Dos, detrás de un árbol silencioso

a su sombra, desnudos

como aprendices de amantes cartesianos

anotamos la aritmética del mundo

(aritmeticae mundi), las medidas de la bola terráquea

y soplamos nuestros alientos

moviendo nuestras caderas

tibi

la tibia gimnasia que tienta

a que el mundo se haga.

Es extraño hablar en plural y en primera persona

y en esa extrañeza de uno mismo está lo siniestro

de un poema de amor, el yo plural.

El sexo no es la verdad

no requiere velos sino artificios

que no requieren ser velados salvo que...

La guerra entre los sexos no existe

sino la guerra entre tal o cual persona

contra este o aquel sexo

tu guerra en contra de algo

que no es yo pero me pertenece.

La guerra entre las personas y los sexos como abstracción

es una fase preliminar

calculada, de la guerra entre el adentro y el afuera o

sociedad perfecta.

Según la ley

de las pequeñas equivalencias las inversiones no son tales.

Me decís que la parte es igual al todo

sesenta y nueve igual a infinito, o mejor

que sólo existe el todo, lo que sería cierto

si la sociedad fuera una masa mística.

La perspectiva desde una plaza circular

muestra que no lo es

nos hace ver otro tiempo, compartir la charla

con filósofos que sueñan que existimos

desnudos detrás del arbusto

practicando la pequeña escena sin prisa.





Tres, mirando el cielo arranco al arbusto un número

y tengo parte de una cifra.

¿La atribuiré al cielo? ¿Al arbusto? ¿A lo que sumamos?

Tengo parte de una cifra.

Tengo un sí.

Sólo así puedo decir, en lenguaje cifrado

que odio significa amor

y que si te odio

te amo y no puedo. Que amor no significa odio

tortuga no significa perro

techo puede significar piso

y que si te amo no te odio.

Por la ley de las grandes simplificaciones

tu camisa de seda puede quitarse

y lo que sigue se puede callar.

Tengo tu camisa en la mano

y me la pienso poner

operación dudosa

que obedece a una ley distinta.

Las leyes no pueden obedecerse porque

una ley es menor que uno mismo

salvo que la ley sea uno mismo

y uno mismo seas vos, en cuyo caso...

Una ley no es una regla y las reglas te pertenecen.

Entre la ley y la regla está el abismo de tu persona

y a la vera del abismo, desnudo

termino ladeado por una tradición ajena

en la que estoy inmerso, detrás de los matorrales

mirando tu nombre mientras quiero mirar la cosa

y no soporto lo que permitiría

que éste no fuese un poema de amor.





Cuatro, vos y yo nos reconciliamos

en un tercero, porque el todo no puede

existir sin las partes.

Los dos ancianos están dormidos, están durmiendo

y ambas cosas significan lo mismo.

Roncan en su sueño el ruido de la pequeña piedra

que cae por la ladera sin provocar avalanchas.

El milagro del uno que avanza

y no arrastra a muchos.

Esa paz en sus rostros indica que la guerra

llegó a su fin y hubo victoria:

sentir que no hubo guerra.

Devenimos ellos para alcanzar

eso a raíz de lo cual estamos

desnudos detrás del arbusto

con tus cejas agresivas y tus ojos que calculan

si somos partes en esto

y el todo lo autoriza.

Sin ese todo no habría partes

no habría número

no existiríamos.





(de “El todo, la parte”)

jueves, 17 de noviembre de 2011

GUTIERRE DE CETINA: “Poeta del amor”



POR MIRTA EVA RUIZ

En aquella época luminosa del Siglo de Oro Español, en que aún resonaba el látigo de las olas sobre las carabelas -que dieron lugar a una nueva historia en el mundo- también salpicaba a la literatura de nuevos matices. Así se vio en la tinta de algunos poetas, como es el caso de Gutierre de Cetina. Aquel sevillano nacido alrededor de 1.520, en el seno de una familia noble y acomodada. Fue llamado por algunos historiadores “Poeta de la Colonia”.
Militar de profesión, fue “hombre de armas y letras”. Estuvo en la Corte de Carlos V, por lo que tomó parte en las guerras que se estaban llevando a cabo en Alemania, Francia y el Mediterráneo. En la corte, muestra sus dotes de galán ante las damas.
Vivió largo tiempo en Italia, antes de partir para México en 1.546.
Su presencia en tierras de América, lo enriquecieron en experiencias de amantes y galanterías, convirtiéndose en el “Poeta del amor”, como dieron en llamarlo.
¿Pero fue realmente Gutierre de Cetina un poeta de la Colonia? Decididamente no; así la opinión de la mayoría de los historiadores que recopilaron su obra. Sin embargo, en el afán de enriquecer los anales de la primitiva literatura americana, muchos estudiosos lo integraron a ella, sin otras consideraciones. Su incursión por las nuevas tierras, no necesariamente lo convierten en tal, por dos razones fundamentales:
1- En los numerosos poemas escritos, es posible descubrir, muchos elementos que lo identifican con la literatura hispana.
2- El poema puede ser colonial, cuando a sus coordenadas temporoespaciales, une otra condición: la de no haber podido escribirse sin América. Es decir, que el tema nacional sea preponderante, y no esté desplazado por otros temas anecdóticos o axiales.
En la poética de Cetina, por ejemplo, casi no aparece el tema americano. Es sabido que el poeta, compuso la mayoría de sus obras importantes en Sevilla, antes de partir para México.
En verdad, el abordaje de la vida y obra de Cetina, difiere entre los distintos autores y la recopilación de la misma, no ha sido tarea fácil.
El esplendor de la cultura española, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII, se extiende desde la publicación de la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija (1.492), hasta la muerte de Calderón (l.681). En la aurora de su apogeo, destelló la obra de Miguel de Cervantes y Lope de Vega. Si bien Gutierre de Cetina no es de la talla de éstos, ni de tantos otros destacados, no debiera ser considerado un poeta ignoto ni menor; aunque su literatura haya sido oscilante.
Su obra está compuesta por cinco madrigales, doscientos cuarenta y cuatro sonetos, once canciones (todas amorosas), nueve estancias, diecisiete epístolas (dirigidas a sus amigos), una sextina y una oda. Todos estos poemas fueron recogidos e impresos en Sevilla, en 1.895, por don Joaquín Hazañas.
En prosa compuso: Discurso sobre la poesía castellana y Diálogo entre la cabeza y la gorra.
Cuando era joven, utilizó el sobrenombre de Vandalio y cantó amores a una dama sevillana no identificada, a la que llama Dórida. Hacia 1.537 en Valladolid, donde residía el emperador Carlos V, se enamoró de otra dama a la que llama bajo el nombre de Amaridilla. En 1.545 se volvió a enamorar de una joven condesa: Laura Gonzaga, que contrajo matrimonio pocos años después, con Juan Francisco Trivulcio. Algunos historiadores comentan que el infortunio de este amor, le inspiró el famoso Madrigal, que fue una de sus obras más destacadas, y cuyo comentario se hará más adelante.
Es en México donde hipotéticamente encuentra la muerte, víctima de un ataque con arma blanca, al ser confundido con otra persona. Hay diversas teorías sobre este suceso. El proceso judicial, consta en el archivo general de Indias de Sevilla, donde se reflejan todas las declaraciones al respecto. Aunque no se conoce la fecha exacta de su fallecimiento, se supone que fue en 1.557, con aproximadamente cuarenta años. Hay quienes sostienen que volvió a España, para que su tierra fuese su sepulcro.
Perteneció a la llamada “generación de petrarquistas”; junto con Boscán, Garcilaso, Hernando de Acuña y Diego Hurtado de Mendoza. Llamados así, por el esfuerzo en encontrar un nuevo lenguaje poético. También al grupo de Ausías March.
A semejanza de los grandes autores que produjeron sus obras en momentos de sufrimiento, así también lo hizo Gutierre de Cetina. Sus quebrantos amorosos, fueron motivo de que en sus creaciones, la belleza poética se traduzca en vocablos plenos de desilusión y desengaño. Se ha dicho, que ha resultado muy complejo seguirle los pasos a este poeta sevillano; más aún, dilucidar parte de su vida y de su obra. La ordenación de esta poesía se hace difícil, porque siendo obra de intimidad, apenas deja transparentar la circunstancia de su motivo y su escritura. De todas maneras, tuvo oportunidad de vivir un tiempo en Sevilla, donde escribiría y retocaría parte de su producción.
La universalidad de la obra de Cetina es definitiva. Si bien, no se puede identificar lo hallado como rotundamente verídico, es mucho lo que se discierne de este autor, basándonos en sus poemas. Además se señala, cómo la experiencia vivida por un autor-poeta, está ligada a su creación. No se puede ignorar la vida y el contexto social en el que deambuló. El verso en sus manos, fue un mediador en la expresión de sus sentimientos. Por tanto, casi todo, es considerado material autobiográfico.
Un análisis profundo de su obra nos lleva a inferir, que el poeta era un petrarquista, toda vez que sigue un código ya establecido. Estos poetas en general, despreciaban los romances; no obstante se observa en Cetina, tres de ellos acosonantados; siendo aún, el de menos concesiones a lo tradicional. La poesía cancioneril dejó sus huellas, como se puede observar en los versos octosílabos del poema: Ojos claros y serenos, que le dieron mayor fama y le hicieron partitura para ser interpretado en vihuela: Ojos claros, serenos/ si de un dulce mirar sois alabados/ ¿por qué, si me miráis, miráis airados?/ Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquél que os mira/ no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos./ ¡Ay tormentos rabiosos!/ Ojos claros, serenos,/ ya que así me miráis, miradme al menos.
Este madrigal, ha sido una de las composiciones de más valor significativo, en cuanto a su contenido y belleza, hecho por el cual pasó a la posterioridad.
Por otra parte, teniendo en cuenta que Cetina fue buen imitador ( muy común en aquella época), es importante su adopción de las formas poéticas italianas. En él alcanzan destacadas dimensiones, desde dos vertientes. Por un lado la que corresponde a la teoría literaria, y por otro, su forma particular de la creación: por ejemplo en la Canción V comparándola con la de Ludovico Ariosto, Cetina cambia los nombres originales; también modifica las referencias temporales. En otras, adopta el motivo pero dándole significación opuesta, acorde a su propia experiencia. Así es el caso del verso donde nos dice que amó: por pensada elección no por destino (soneto II, V 14) a imitación de otro de Petrarca, donde se observa que termina con la idea opuesta de éste: “Amor la spinge e tira/ non per elezione ma per destino”.
Siendo Cetina petrarquista, es imprescindible tratar sobre la métrica italianizante en su poesía. El uso del endecasílabo, es la característica principal en la nueva modalidad de la poesía española, junto con Diego Hurtado de Mendoza y Hernando de Acuña. Lo adoptaron, concluyendo la obra iniciada por Boscán y Garcilaso.
Desde el punto de vista rítmico, de la métrica silábica, el endecasílabo prima en la obra poética de Cetina. También se destaca la presencia de la polirritmia y cómo se mezclan los ritmos endecasilábicos, con ciertos efectos estilísticos. Según Begoña López de Baher. “ El empleo de una determinada combinación de ritmos, es en los buenos poetas, un medio para lograr consciente o inconscientemente, la más plena efectividad creadora de la expresión”…
En su realidad poemática, Cetina no comunica sus sentimientos en forma directa, sino ajustándose a códigos preestablecidos.
Las teorías amorosas que surgieron en el siglo XVI, fueron producto de seguir a Platón y a Petrarca, pero con diferentes apreciaciones e influencias de Marsilio Ficino, León Hebreo, Bembo Castiglione. También hay otras corrientes que influyen en la teoría amorosa, como la del amor cortés en postrimerías de la Edad Media; la corriente realista castellana y la Ovidiana. Este complejo de movimientos, propicia que los poetas españoles, plasmen “un amor espiritualizado e idealizado”. Interpretan el amor como un ansia de belleza y sufrimiento, que también se da en Gutierre de Cetina.
En síntesis: 1) Cetina se caracteriza básicamente por el tema del amor; sobre todo, el amor como constante sufrimiento, y éste será tan imperecedero como su causa. Que el amante está predestinado para amar a una determinada dama, (esta tradición se halla presente desde el amor cortés). 2) La ausencia: común en la lírica renacentista, que aflora en diversos poemas suyos. 3) Su lamento por lo que vive en el presente, respecto de su felicidad en el pasado. El tema del bien perdido, es uno de los principales ejes en su poesía. 4) Vacilación entre contrarios: la esperanza y la desesperanza. 5) El recelo, el temor; cuando afirma que la inseguridad lo mantiene temeroso. El recelo “el peor de los sufrimientos”. 6) El binomio que se da en el amor como engaño-ilusión. El poeta-amador, escoge seguir amando a su amada, sin hacer esfuerzo para salir de esa situación. Es como si gozara de su sufrimiento. 7) La muerte por amor. El pensamiento de la muerte queda enraizado en la tradición del amor cortés, cuya complicación conceptual, no está exenta de cierto masoquismo. 8) Falta de desahogo en el hablar: el silencio impuesto. Dado que dentro de esta misma línea -que él ha seguido- el amado no puede decir el nombre de la amada; impide que el poeta se desahogue.
La poética de Gutierre de Cetina, está llena de exaltación del amor y de la belleza. Sus comparaciones son vivas, apasionadas, como en este fragmento de: Yo diría de vos tan altamente:…Ante vos las estrellas/ como delante el sol, son menos bellas./ El sol es más lustroso, más a mi parecer no es tan hermoso./ ¡Qué puedo decir, si cuanto veo,/ todo ante vos es feo!...” El amor en todas sus facetas, es lo que inspira su obra.
Además, siempre los ojos, como vimos en Ojos claros y serenos. También en este poema: “Cubrir los bellos ojos/ con la mano que ya me tiene muerto”.Soneto VI: “Ojos cuya beldad entre mortales/ hace inmortal la hermosura mía”…(Y tantos más, que podrían citarse). No importa si lo miran con desdén, con desaire o miran a otro.
En cuanto al adjetivo “rabioso” que utiliza con frecuencia, creo que es una forma de enfatizar algo muy fuerte, muy vivo o desesperado; así parezca una antítesis dentro de su estética.
Su manera de entender la muerte, como única salida a su pesadumbre. Pero cuando en su Elegía dice: “en la muerte del cuerpo no hay partida:” Podría interpretarse que la muerte, más allá de única salida, también trae resignación; cuestión que no pasa cuando el amor se aleja. Cómo se verá, hay un batallar constante de sentimientos.
Son muchos los puntos importantes de este autor, que quedan sin ser mencionados. Pero se debe reafirmar, que su obra ha sido un gran aporte para la literatura española. Hizo innovaciones a la técnica poética, y supo expresar por medio de las palabras, los más bellos sentimientos.
Sin lugar a dudas, podría decirse que no sólo es el poeta del amor, sino también el de los ojos, ya que ha sido el que mejor ha tratado este tema en su lírica. El encanto de mirar, la comunicación que conlleva, el reflejo del alma; la forma, su luz, la belleza de la mirada femenina medida con palabras.
Gutierre de Cetina, tal vez no llegó al verso acrisolado por la depuración, como Garcilaso. Sí fue pródigo, difuso, desbordado; con poemas muy difíciles de olvidar.
Desde arcanos caminos, nos deja la estela de su lumbre.

TENSIÓN-TEORÍA, INCÓGNITA-RELATO, PREFACIO-REAPERTURA

POR CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA

No obstante los siglos de conocimiento acumulados a lo largo de la historia todavía continúan múltiples las aperturas a lo desconocido y la ignorancia se agazapa tras sus vanos esperanzada en traspasarlos, esas elevaciones siempre figuran dinámicas y paralelas y, en sus laderas, las preguntas, sin respuestas aún o pedagógicas, matizan sus paisajes variopintos: desde los estados de ánimo hasta la configuración del átomo ninguna entidad que cruce la visual de la conciencia deja de resultar simultáneamente explicado o transferido al ámbito de lo incircunscripto.

Que la poesía, luego, tan antigua, acaso, como el habla, prosiga implicando ciertas demandas al estilo de las cuestiones por la “misión de la poesía” o “cuál es su consistencia” no debiera convocar extrañeza alguna, habida cuenta que la poesía, la gran poesía universal, fundó su interés, indagativo y creador, en el develamiento de los abismos que interrumpen, arteramente, los conflictivos derroteros del andar humano, añadiendo a ellos la pasión de la belleza antes que las resoluciones de las tramas por esa misma vía.

Existe otro tipo de iluminación propia del alma, gracias a la que acentúa sus incógnitas o las resuelve tan sólo parcialmente mediante las ilusiones discursivas a las cuales, después, se vuelca, entusiasmada, dadas las resoluciones iniciales que le otorga el pensamiento; le sucede al acomodar sus tumultuosas ideas a las límpidas exigencias de algún sistema filosófico preexistente o generando una propuesta autónoma a partir de sí propia.

Supe contemplar a menudo, en los recovecos de las noches insomnes, en los caprichosos amaneceres primaverales, en los silencios desahuciados de los manicomios, en la alegría inaudita y sorpresiva de los enamorados, en el sabor a ozono que resta después de la tormenta, y en ocasiones distantes pero similares, a la lechuza de ojos muy abiertos en rauda conversación con otras aves que, a diferencia suya, al menos en su estampa siempre una, diferían de acuerdo con lo antojadizo de la ocasión su forma, tamaño, gorjeo y colorido en el momento de expresarse.

Caí en la cuenta, entonces, que todos esos vuelos figuraban iluminaciones, distintas iluminaciones poéticas y distintas iluminaciones filosóficas, de variada cercanía – lejanía, ora más inmediato el vuelo filosófico – poético que el de algunas poéticas o sistemas filosóficos entre sí, ora de una lejanía imponderable, hasta el extremo de impedirme discernir el ámbito desde el cual relato esta experiencia.

¿A cuántas conciencias, que cada una lo vive a su manera, da cabida el mundo?, ¿a qué denominamos “mundo”?, ¿al viento que sacude las ramas de algún árbol?, ¿a la señora probándose un par de zapatos en la tienda?, ¿al tren repleto de soldados que partió a Malvinas?, ¿a la pérfida complacencia de los obsecuentes hacia el poder político que los mediatiza y desprecia?, ¿al iluminado que conversó con Dios frente a la catedral de Amiens una tarde de otoño en la Edad Media?, ¿al confín del tiempo y el espacio extendido más allá del tiempo y el espacio y entregado a la voracidad creadora del vacío?

Dar cuenta de la significación de la poesía desde la poesía o la filosofía, pensar la filosofía desde una actitud filosófica o poética, experienciar cuanto denominamos “mundo”, desconocerlo exactamente desde las mismas actitudes, la síntesis (precisa) de la poesía, el encadenamiento (preciso) de una argumentación filosófica, la suma de las discontinuidades, la alteración de los ritmos, la ambivalencia de los juicios, todas esas actitudes intelectuales dan cuenta del mundo en tanto lo recrean en lo que posee de hermoso y salvaje, ferviente y despótico, alevoso, cercano, distante.

¿Qué tipo de “mundo” intuye un gato al observar los exteriores de la casa tras los ventanales?, ¿somos, acaso, para él, un ser extraordinario, a la medida de un dios que lo alimenta y cuida, o, simplemente, otro animal de gran tamaño de quien ignora su espiritualidad que atina a preguntarse, por qué, si él puede hacer feliz a su gato, no sucede lo mismo con los dioses cuando tratan a los hombres, tan dependientes de ellos como el felino de su dueño? Ciertamente no habrá de ignorar si otros congéneres del ser que lo protege obran por el contrario y maltratan a los animales extendiendo esta acción a los humanos, la historia siempre fue elocuente en cualquiera de los dos aspectos.

Por eso resulta vana la protesta de por qué los dioses nunca se comportaron con nosotros tal como nosotros lo hicimos con nuestros animales.

Si el que acarició a su perro esa mañana actuó de matarife/

torero en el ruedo/

cazador de gacelas en la estepa sahariana/

banquero en Amsterdam/

torturador en Guantánamo/

piloto de un bombardeo invisible para los radares de los pueblos oprimidos/

rechazó su oído a los desesperados/

se valió de palabras verdaderas para apostrofar a quienes defendieron con su propia vida una verdad acrisolada o postularan otra nueva/

al amparo de la justicia cometió las más horrorosas crueldades y pobló las cárceles de inocentes que todavía purgan la injusticia/

poseso de belleza deterioró los lienzos que la representaban/

o, simplemente, compartió su abrigo con el aterido.

EL RECORRIDO EN EL POEMA

POR CAYETANO ZEMBORAIN
Publicado en la Revista La Guillotina nº 4 Julio 2000 – octubre 2000
Leer un poema, es hacer un viaje. Desde el momento que decidimos emprenderlo estamos insinuando que vamos a entrar en la interioridad ajena, en el mundo del otro. Esa cosmogonía puede llegar a compartirse plenamente, fielmente, pero también, errar la lectura y desarticular el discurso poético ofrecido. En este último caso, se termina acuñando la expresión interpretativa de “la reescritura del texto” por parte del lector.
Esa suerte de sociedad, no estuvo nunca en el ánimo del autor fomentar, porque es como si fuera una dispersión exprofesa de esquirlas, una construcción de un poema jamás escrito, una falsificación burda del original. Es que el poema, contrariamente a lo marcado por Umberto Eco como una “obra abierta” o, la “potencialidad múltiple” que pretendió imprimirle Octavio Paz, es un cuerpo, un artefacto cerrado, encapsulado.
La individualidad que posee, no impide penetrarlo, recorrerlo, abarcarlo, ir sobre él. La posibilidad es cierta, porque siempre estamos partiendo desde que llegamos al planeta, aunque Dostoievski aventuraba que “ir está negado de entrada”.
Partir es fatídico. Ya sea a sitios conocidos o desconocidos, al interior de nosotros y hacia fuera; lo cercano puede estar pegado a las costillas, a millones de años luz, y lo lejano tan distante como pudiéramos imaginar o sentado en la silla contigua. Ya por caminos previsibles, ya por los imprevisibles, al estar signados por las contingencias.
Somos tenaces viajeros, con destino a territorios reales, virtuales, oníricos, imaginarios, espirituales, del pensamiento y la magia. Travesías, en que la voluntad de partir nos configura en seres libres, después, el itinerario hace lo suyo.
Los viajes, todos los viajes se conforman con los itinerarios. Así dichos, recorridos pueden ser “sugeridos”: plazas, museos, galerías, shopping; “indeterminados”: vientos, sueños, naufragios; “Equívocos”: laberintos; “impuestos”: escaleras, ascensores, rutas terrestres, fotogramas del film, oraciones, rituales, índices, ciclo vital, tiras de historietas, caudal de ríos, vías sanguíneas, dirección del tránsito, agujas del reloj…
La secuencia en el poema, su itinerario, está impuesta y condicionada desde el principio del abordaje. La razón de este obligado recorrido, debe encontrarse en que al ingresar estamos penetrando en un orden preestablecido que configuró su organizador, el poeta. La ajenidad de los versos, al principio genera una momentánea indeterminación del texto, su distanciamiento, hasta que una vuelta de naipe suscita la empatía.
Entonces comenzamos a ser cautivos, a someternos a todos los climas, a todas las temperaturas, a los más variados relieves y estados sensibles. La travesía termina siendo una devoración, un encierro, un encantamiento del poeta al poetizado.
No nos perderemos libremente en el Laberinto de Delfos, ni nuestra visión del cielo ingresará y finalizará cuando y por donde e quiera, pues una mano conduce e impone el lugar de las pisadas. Hay desde luego un poder dirigido a la sumisión, el cual solo puede neutralizarse por intermedio del ejercicio de la libertad, afincándonos en el no-texto, que e materializa en la desobediencia del itinerario a través del error ex profeso.
La fuerza gravitatoria, magnética del poema, produce que giremos alrededor de su órbita. Si queremos gozar de la belleza, debemos como viajeros, dejar afuera del arca móvil de los versos la palabra libertad.
¡Plenos poderes al poeta!

TAMBIÉN PUBLICADO EN EL Nº 17 SEPTIEMBRE / 2013

La Juntada o la otra cara de la globalización

POR MÓNICA ECHENIQUE

Finalmente la profecía de Kant pronunciada en 1784 parecía haberse cumplido. Según este filósofo una unificación perfecta de la especie humana tendría lugar en cumplimiento de algún designio supremo de la naturaleza. Y era cierto porque ellos finalmente se habían encontrado para compartir sus poesías en público.

Ellos, los poetas jóvenes que le abrían un canto esperanzador a la creatividad, a la emoción, a la denuncia social, al mundo sensible. Uno de ellos, Nicolás Antonioli lo explica así en el folleto homólogo: Juntada:” fenómeno cultural que nuclea a escritores menores de 30 años, a este encuentro nacional que se repite por tercera vez con el único fin de compartir y difundir la poesía entre la gente. La idea es reunirse para generar el entramado cultural que posibilite un mayor reconocimiento del género y un abrirse al mundo. Es la oportunidad de poner a prueba la maquinaria léxica de la que estamos hechos”.

Volviendo a Kant era lógico este encuentro porque si el planeta que habitamos es una esfera no podría haber una dispersión infinita, es decir que en algún momento no habrá otra opción que vivir juntos y ayudarnos mutuamente.

Una larga mesa los enmarcaba y en el aire flotaban sus voces. Voces que traían ecos de sus tierras, las del norte, (la de las quebradas y sus quenas) y las otras las sureñas con los lagos enormes en los ojos. Está presente un puntano, un platense, una porteña, un bonaerense…Y son tantos con sus historias en versos que brotan las raíces en un mismo campanario. Y son distintas todas pero “con la profundidad y seriedad necesarias, mediante la puesta en práctica de esta antología de voces inhóspitas que tienen cosas nuevas para decir, cosas inimaginables”, sentencia Nicolás

“Teorizar acerca del arte de la vida en la superficie del planeta esférico es el tema principal en la agenda de la supervivencia humana.” me desafía el polaco Zygmunt Bauman .Decido abrir la agenda considerando a estos jóvenes. ¿Y qué encuentro?A unos seres que parecen estar libres de las ataduras de cualquier poder o fuerza poderosa, a sujetos que no vienen en pos de un dictamen empresarial, ni local, ni nacional, ni mul tinacional…que no se rigen por el control massmediático, que no regalan versos según las cotización de la moneda estadounidense, que sonríen naturalmente sin los artificios que les impondría el rating…que vienen con una mochila cargada de territorio de memorias frente a un mundo fluido en constante desterritorialización con la idea de cruzar latitudes a través de la poesía.”.1

Será entonces que existen muchas maneras de ser humanos y quizás estos son los que para algunos provocan incomodidades producida por la pluralidad de voces y el choque entre los distintos modelos de lo que significa “una buena vida”. En su paso por Buenos Aires comparten paseos, juegos de truco, asado y el infaltable mate que hizo ruedas en el hostel donde se alojaron.

Ellos no se enlazaron superficialmente en un ciberespacio jugando a ser navegantes de encuentros ocasionales: estos son poetas con un espíritu de encuentro de almas no de una “comunidad imaginada” sino para hacer de la Juntada un cuerpo integro y real.

Quizás es la otra cara de la globalización, la que da cuenta de que “vivimos más cerca que nunca el uno del otro sabiendo que tenemos la oportunidad de aprender y saber más acerca de las costumbre y preferencias de cada uno. Y como nuestras armas se vuelven cada vez más mortíferas, y ya han alcanzado la capacidad de destruir el mismo planeta, junto con los hogares de quienes inventan, producen, comercializan y hacen uso de esas armas, hay más razones que nunca para que todo el mundo ponga el diálogo con el otro por sobre la lucha con aquel”.2

“La Juntada “ya comenzó.

1- NICOLÁS ANTONIOLI - BLOG LA JUNTADA

2. BAUMAN, ZYGMUNT, La sociedad sitiada, FCE

lunes, 14 de noviembre de 2011

XIII CONCURSO INFANTIL DE POESÍA - APOA 2011


CATEGORÍA A

PRIMER PREMIO

Luna Novosel
7 años

Colegio Upsala
LOCALIDAD: El Calafate
PROVINCIA: Santa Cruz

Rico sol de miel se derrama en mi pincel

SEGUNDO PREMIO

FAVARO FRANCISCO JOAQUIN
8 AÑOS

ESCUELA Nº 26
GENERAL PICO - LA PAMPA

Niño de la calle cansado de andar, se dormirá sin cuentos, cuánta tristeza me da.



TERCER PREMIO

Tomás Leonel Varga

ESCUELA Nº 6 D.E. 19

7 AÑOS

CABA

¿POR QUÉ EL DRAGÓN NO PUEDE SER ENCENDEDOR?

PRIMERA MENCIÓN

LUISINA CAMPAÑA

7 AÑOS

CENTRO EDUCATIVO LORETO - COLEGIO ENRIQUE RIOPEDRE

AVELLLANEDA – BS. AS.

¡ME GUSTA EL CELESTE! AL ABRIR MI VENTANA ES EL COLOR DE LA MAÑANA.”

SEGUNDA MENCIÓN

LUNA JOSÉ GABRIEL

8 años

ESCUELA DE EDUCACIÓN PRIMARIA CON JORNADA COMPLETA N° 19 “Almirante Guillermo Brown”

Distrito: PATAGONES - Colonia “La Graciela” (zona rural) – BS .AS.

CUANDO CAEN LAS GOTAS, BATEN TU CORAZÓN.

CATEGORÍA B

PRIMER PREMIO

Delfina Lourdes FAILLA

11 AÑOS

Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús

CABA

SI ERES SENSIBLE ERES VISIBLE

PRIMER PREMIO ESPECIAL

Thais Acén Ravelo

10 AÑOS

COLEGIO Jorge Camilo Torres Restrepo

Calabazar - Municipio: Boyeros - Provincia: La Habana - CUBA

Esas sombras tuyas me reflejaban el alma

SEGUNDO PREMIO
Dinoto Melina Cloé.

11 años

NUEVA ESCUELA DEL SUR

BERNAL – BS. AS.

El jardín está herido como un beso olvidado, como mi última voz

TERCER PREMIO

MELINA GARCÍA FERNÁNDEZ

11 AÑOS

CENTRO EDUCATIVO LORETO - COLEGIO ENRIQUE RIOPEDRE

AVELLLANEDA – BS. AS.

EL VIENTO NACE DEL CIELO RESPIRANDO

PRIMERA MENCIÓN

Paz Camila

10 años

PROYECCIÓN XXI

BERNAL – BS. AS.

El espejo refleja el corazón de metal

SEGUNDA MENCIÓN

ALDANA ARBIOS

EDAD: 11 AÑOS

CENTRO EDUCATIVO LORETO - COLEGIO ENRIQUE RIOPEDRE

AVELLANEDA – BS. AS.

QUEREMOS IMAGINAR PARA DEMOSTRAR QUE LA REALIDAD NO ES NUESTRO ÚNICO ESCONDITE

CATEGORÍA C

PRIMER PREMIO

Candela Finoli
12 años
HÖLTERS

VILLLA BALLESTER – BS. AS.

El sueño es un cristal que humedece mi memoria

PRIMERA MENCIÓN

Emiliana Rivanera

12 años
HÖLTERS

VILLLA BALLESTER – BS. AS.

Una memoria borrosa atrapada en la grieta de su huella

SEGUNDA MENCIÓN

Milagros Berenguer

12 años

Escuela Nº 15 DE 20 “República Islámica de Pakistán”

CABA

Volar es soñar, y hundirse en una nube de espuma

CATEGORÍA D – PRIMARIO DE ADULTOS

PRIMER PREMIO

Karol Rodríguez

16 años

CEA 716 – PRIMARIO DE ADULTOS

MARÍA IGNACIA VELA – BS.AS.

“Si cae una estrella en un bosque silencioso, ¿habrá hecho ruido?”

SEGUNDOPREMIO

Diego Fernández

30

CEA 716 – PRIMARIO DE ADULTOS

MARÍA IGNACIA VELA – BS.AS

Seño, ¿el arco iris son flores de colores pegadas en el cielo?

lunes, 19 de septiembre de 2011

MICHOU POURTALÉ

María Meleck Vivanco

en su retiro de aire

Fuera de la línea de foco de tu párpado gris

hurgas la máscara del otro donde aluviones de ceniza

alojan sus recuerdos, te buscarás en ellos

donde en alto vive tu rosa. Te llevará un pájaro de fuego

hasta las orillas del Mármara y el agua azul cubrirá tus espaldas.

Mereces el plumaje de un ave en llamas

pero esta noche serás mi invitada.

Una cuchara de plata te espera

y la sopa caliente de las estrellas más fugaces

las que anidaron en tu corazón dadivoso

ungido de poesía óleo derrame el de tu boca

en cada sílaba de tus poemas

mientras Olga la maga sigue espiando

los pulpejos de tu mano enamorada.

EL POETA Y EL LECTOR

POR ERNESTO GOLDAR

Voy a referirme, muy brevemente, a unas relaciones por demás inquietantes: las que existen entre la poesía y el lector de poesía. entre el poeta y quién le lee.

Se habla de un gesto de encuentro, de las intenciones más o menos afortunadas entre un emisor y un receptor, de un modo de leer, de leer para compartir el asombro, del placer de encontrarse un poema, del contacto con el texto y, en seguida, de la aventura de la metáfora y de los símbolos, del prestigio del lector, de la libertad del lector, de los márgenes de interpretación, del mensaje poético como un llamado a nuestra capacidad original, y todavía más: del lector y sus aproximaciones al poema, de la sensibilidad y la inteligencia de quien recepciona el discurso poético; y, además, varias preguntas. Por ejemplo: ¿cómo se acerca el lector al texto?, ¿cómo se acerca el lector a este texto?, ¿cuáles y cuántas son las etapas recorridas por la historia de la literatura para responder a éstas preguntas? ¿estamos en los comienzos de una estética del lector, de la preocupación por el lector? ¿De una teoría de la recepción del poema?-

Se dice, además, que es necesario “abrirse” al poema, –sentirlo– “comprender” su ser, interrogarlo, interpretarlo (…) que, “los autores ponen el significado y que las significaciones las ponen los lectores”.

Entonces: ¿cuál es el trabajo del lector?

En síntesis

  • hay un poema para que alguien lo lea
  • hay un texto para que alguien lo actualice.

Esto quiere decir, pensamos de la necesaria compenetración entre el autor de poesía y el lector de poesía, entre el poeta y el lector y, seguramente, sobre un lector de poesía modelo, vale decir, el lector del poema que actualiza el poema. conjeturablemente, (y seamos sinceros) el poeta siempre espera al lector modelo, al lector sublime, al operador idóneo – que disponga de tiempo, que esté dotado de habilidad asociativa, de conocimientos – de este modo, el poeta, construye un lector ideal, un conjunto de “condiciones de felicidad”.

Entonces, leer, es mirar más allá de la superficie, es leer el poema en su densidad, en su espesor, en un estado de respuesta en el preciso “ahora mismo” del poema, es una diferencia ambivalente, un contrato, un compromiso, una deferencia con el poeta, una comprensión cuidadosa y lenta, una responsabilidad, una inclinación y, en fin, un lugar de encuentro, una encrucijada, un ámbito de involucramiento, una adhesión, una experiencia, una unidad de preocupación, un itinerario, una posibilidad de hallarse, la solicitud de un estado de ánimo que instituya el acto de comprender.

LA INSENSIBLE POESÍA

Por CAYETANO ZEMBORAIN

Hay mucho más de inefable en la escritura del poeta y su experiencia anterior, que en todo aquello que logra decir. No obstante ese fracaso en el centro del habla, nuestra relación con el mundo es de raíz eminentemente lingüística y sensitiva. Para Jakobson “el lenguaje es el medio fundamental de la comunicación, aunque no el único”.

Pero es más todavía, pues con el lenguaje lo conocemos, lo definimos, cotejamos, transformamos y hasta se lo gesta sin semejanzas. Esa dependencia impera no sólo con el matiz de lo verbal, sino con el lenguaje gustativo, auditivo, olfativo, táctil, visual y motor. Todo lo sensible crea la sensibilidad, y ésta, una apropiación única y singular de aquél en cada uno de nosotros. De allí que el poeta alimente su quehacer por intermedio de un insomne de sus sentidos, quienes permanecen más alertas que nunca cuando verbalizan.

He aquí entonces que me encuentro dispuesto a la tierra y su entorno. Huelo los olores frutales, pútridos, aromáticos, resinosos y ardientes; extiendo mi cuerpo para palpar lo áspero de lo suave, lo duro de lo blando, el dolor punzante y sordo, el frío del calor, lo seco y lo mojado, lo puntiagudo y romo. En numerosas oportunidades se me hace difícil discernir entre un sabor y un olor, porque ha una continua colaboración entre las sensaciones gustativas y olfativas, aunque diferencie gustos amargos y dulces, salados y ácidos, alcalinos y metálicos. Tampoco me son ausentes los sonidos de la noche o los ruidos de la ciudad, algunos oscuros, confusos y turbios; otros a su vez claros y transparentes.

Quedo sorprendido por la altura de sus agudos y bajos, y distingo los sonidos de una misma frecuencia e intensidad por intermedio del timbre de cada uno de ellos. entiendo lo que nos rodea por la visión, que denuncia por intermedio de la iluminación, el color, el tamaño y la posición, las formas sensibles. Por fin abarco el movimiento, la tensión, la fuerza y el peso, y advierto el esfuerzo que realiza mi vida, aunque sienta hambre, sed, saciedad, repugnancia o náusea. Estas sensaciones transmitidas por los órganos, se licuan en percepciones en el cerebro, y de pronto soy un cronista del universo que me circunda, o bien una piedra que permite todas las lluvias y todos los soles.

Sea el mundo objetivo tan inmediato, o el subjetivo o mediato, la relación en ellos transita por la atención sensiblemente captada. Todo ese territorio sensible, todos esos estímulos verdaderos o inverosímiles, finitos e inabarcables, se vuelcan en mi percepción y la ajena, haciéndonos constructores de asociaciones verbales que significan co los entramados de la palabra, lo gestual lo corporal, entre otros. Y esta trama que fijan las palabras, avecinan al lenguaje humano la noción de cópula, de proximidad y apareamiento, estableciéndose vínculos con puentes incontables. Y así, en la lengua poética la palabra cuando no es por sí, produce con otras una “conducción sensible” cuya esencia en la arbitrariedad, y su rostro la imagen y la metáfora.

Ignoro si existen incontables puentes que todo lo encadenan. Me atraen aquellos que titilan lo invisible en la finitud de millones de caras, porque me permiten entrever que en el pequeño cosmos de un carozo y una palabra que lo denuncia, hay la posibilidad no acotada, no medible entre una orilla y otra. ¡Cuán patético el eco y su resonancia!, disolviendo toda idea de mensura, de aplacar, de conocer, haciéndome perder referentes de distancia. ¡Cuántos puentes en uno se vuelven miles en el viaje de ida de refresco!; y he aquí que en el poeta esos puentes obran en tropos, superficie rugosa de los sentidos, transformando una realidad conocida en una propia y original. Y entonces diré: “crepitar los huesos del otoño! (d.a.), “una campiña arañada por los sonidos verdes” (d.a.), o “el humo de barro cruje pan en mis fauces” (d.a.).

Confirmo luego en cualquier hito íntimo su sometimiento a la palabra, la cual remite siempre aun preconocimiento perceptivo. El mecanismo de asociación le da valor por sí, ya sea por la semejanza, el contraste o la contigüidad en conexiones espontáneas, y automáticas. Como una gran vía láctea ese fenómeno elemental que forma parte de la conciencia, termina siendo una representación, una imagen, un recuerdo, un concepto, un sentimiento, gestando mundos hasta ahora desconocidos.

En el poema entonces se introducen los sentidos, no como un fin en sí mismo de carácter hedonista, sino con una apoyatura insita en lo expresable. Si analizamos este juego sensible que denota el poema, se nos revela que priman mayoritariamente las imágenes visuales, y en menor intensidad las auditivas; lo cual permite adelantar que la poesía está conformada como un lenguaje audiovisual. Aquellos puentes que nombramos porque todo lo unen, conducen en el poema sólo lo receptado por el ojo y el oído, dejando fuera las percepciones estimuladas por el gusto, el olfato, el tacto y lo motor-muscular.

Es justificable esta comprobación porque las imágenes sustentadas por lo visual adquieren un poder de traducción más inmediatos que los demás sentidos, siendo factible esa traslación ante ciertos impedimentos de los otros sensibles, lo que atribuyo más a lo infrecuente de su uso que a la imposibilidad misma. Sólo lo auditivo posibilita un acercamiento a lo visual por los elementos propios de la poesía como lo son el ritmo, los acentos, la métrica, el ordenamiento estrófico. Todos y separadamente están orientados con intención a estímulos auditivos en el lector u oyente del poema.

Cabe afirmar, entonces, que la poesía se me muestra como un arte insensible, porque valiéndose prolíficamente de los sentidos señalados no deja evidentes a los otros, resultando ocultamientos y oscurecimientos no queridos. Entonces se impone una pregunta: ¿están los poetas haciendo una traslación torpe, insuficiente, pobre, parcial y hasta incongruente de lo que realmente quieren decir, significar, sensibilizar, transmitir? Preguntemos: ¿estamos accediendo a todos los registros que permite la garganta y sus cuerdas? Desnudos en el espacio receptamos infinitos sensibles ¿pero a su vez, los emitimos con toda la riqueza que requieren para hacernos más bellos y verificables en la reescritura que plantea el lector’

Particularmente pareciera lo contrario, pues no hemos penetrado en todos los universos posibles. Vivimos hasta ahora en el balbuceo constante y rudimentario del que recién está iniciándose en el habla, y en esa diáspora de palabras, las mostramos con la impericia propia del recién llegado, con bajo perfil e incipiente sensibilidad.

Está en cortocircuito el mecanismo asociativo tan propio de la poesía. la crisis de los nexos implanta por su para el desconcierto, al ignorar las razones profundas de este desmantelamiento sensible que acusa el poema y el versificar. Es en principio evidente que mucho de ello tiene que ver con la cantidad sobreabundante de estímulos que captura el ojo, en detrimento de una pobre estimulación de los otros sentidos. Resulta tangible en lo anteriormente expresado, la evidencia de los hábitos seculares en el hombre y por ende, en el artista, el cual no es ajeno y, que se trasuntan en la baja frecuencia receptiva y traslativa en el planteamiento y ejecución de la obra de arte. Por último, es atributo de la ausenta detectada, las dificultades que originan las asociaciones, que se montan en el cotejo, la comparación. Tomando un ejemplo burdo a lo acotado ¿cómo podríamos crear una analogía gustativa en el supuesto de vivir una sensación de masticar una manzana y el residuo de sus percepciones, sin caer en la reiterada imagen visual? ¿Podrán los poetas, construir hoy una imagen gustativa, olfativa, táctil, o motora, en este gran desafío de nuevo lenguaje poética que vendrá?

domingo, 18 de septiembre de 2011

EL SILENCIO Y EL MISTERIO

POR CRISTINA PIZARRO

En voz desmayada y baja, de Ernesto Goldar

Buenos Aires: Vinciguerra, 2009.

“El silencio y el misterio”

Estamos ante un título que nos sitúa en el recogimiento, en un estado recoleto con nuestra alma. En voz desmayada y baja. Esa voz personificada nos conduce al silencio. Ese silencio del lenguaje a veces se convierte en desarraigo de la palabra, un abandono. No obstante esa visión del lenguaje como habitado por la derrota, por la frustración, que también se opaca en su significación, puede ser, el lenguaje como potencia, como figuración del deseo, como memoria velada, secreta. Se esconden los conflictos que podrían erigirse en una redención, como un augurio.

Será, entonces, el lenguaje poético el que atravesará el destino mediante las figuraciones, evocaciones, pliegues de la ensoñación. Ese lenguaje poético revela el espectro de las zonas inaccesibles de la conciencia y las vías postergadas y quebrantadas por lo azaroso de la vida. En el acto poético hay una evidencia del momento original de la escritura gestada en el hondo vivir y transitar por las situaciones en contacto con los otros. La conciencia de sí, la conciencia del poeta, que emerge de la palabra, se erige en las identidades en mediación con el mundo que habitamos. La palabra poética revela el gran misterio.

Asistimos a la resonancia de la palabra, su elocuencia, su propia fuerza de iluminación como la consecuencia del vacío de la propia voz, que está ligada a las resonancias de lo otro. El silencio tiende a la búsqueda de la iluminación en lo recóndito de ese mundo interior anidado en la voz del poeta. La palabra poética alcanza otros horizontes en la invención de un tiempo propio, de una intimidad de la historia tejida con las sombras de la presencia corpórea de los otros. La palabra poética es iluminación y también se acerca a la búsqueda de la verdad, elucida en el reconocimiento de la memoria y de la historia. Hay un intento de verdad poética aún conjugada con la fantasía.

El tono intimista nos remite a una violencia estética, con la ruptura del orden sintáctico, el coloquialismo que alcanza lo confesional. El verso se constituye en un orden propio, regulado por un movimiento inherente al mundo transitado por el goce y el dolor. Cada poema suscita múltiples resonancias cuyas reminiscencias se ligan a la nostalgia. Observamos un despliegue de sonoridades y ritmos que nos estremecen con interrogaciones que penetran en nuestra interioridad mental y física. La nostalgia exalta lo sensorial en un recorrido espacial por nuestra ciudad de Buenos Aires. Poeta y lector se unen en el acto poético entre los vaivenes del dolor corporal y anímico y del placer especulativo y de los sentidos. El poeta ejerce un desdoblamiento entre sus ensueños y la palabra verdadera surgida del intelecto. La voz desmayada y baja seduce, conmueve, altera nuestras percepciones, exalta nuestra duda ante la existencia, la soledad, nuestro ser en el mundo. Los poemas tienen una densidad magnética que despliegan resonancias infinitas, desde la fuerza originaria de la palabra hasta la creación propia de ese instante poético con sus ritmos, cadencias, alusiones, reiteraciones. Este alumbrar poético irrumpe como una auténtica experiencia poética.

Una estructura a manera de retablo políptico en cinco instancias: Poeta natural, Bien Polenta, Pastoral, Erdosain recobrado, Manera de valer.

El poeta natural tiene una promesa al aludir a la palabra diciente en ese tiempo heideggeriano que anhela al otro. (9) El poeta natural se funde con la mano en el acto escritural. (34) La indeterminación de ciertas situaciones otorga no sólo la imprecisión de la incertidumbre sino también el enigma en un final insólito: “y por encima tiembla una temperatura” (10). Tal vez los comienzos y finales insólitos de los poemas puedan relacionarse con el misterio de la vida: nacer y morir.

La sintaxis, la adjetivación, se ligan al nivel fónico para ensalzar al objeto libro.

A modo de oxímoron en la “semilla muerta”, (12) están el deseo y la adversidad. Con un matiz lingüístico de la palabra “aguante” que lo ubica en otra variedad, adquiere relevancia el Verbo, la fe y la esperanza.

Predomina a lo largo del libro el tono meditativo, intimista, coloquial y ciertos encuadres con interrogantes metafísicos y matices de oralidad, asociados a la nostalgia, a veces la desazón, lamento, recuerdos de los ‘tiempos borrados’. Hay un anclaje en el pasado en los sentimientos como ese beatus ille, sin embargo el poeta mira al porvenir. (“Nadie sabe lo que está por venir”, 24; “La insignia”, 53)

El poeta ve al otro, siente su proximidad, “un amigo que de repente muestra el otro rostro” (51). Hay un juego intertextual especialmente con esta Buenos Aires, el tango y el personaje Erdosain de Roberto Arlt.

En la última parte del libro la oralidad adquiere relieves a través del hipérbaton “ni otra cosa hacer” (101); esa violación sintáctica se constituye en elemento primordial para imprimirle al habla un aspecto más social.

El tiempo, el otro y la importancia de la reflexión, lo sistemático, lo intelectual, en Raro invento (103) se unen a su Ars poética en “Litigio” (99). La declaración confesional de Goldar se perfila en “Se eleva un instante” (110).

El último verso del poema Manera de valer, “el precio de la poesía es la vida” (129) erige al poeta como un ser comprometido con la historia que le toca vivir.

EL SILENCIO Y EL MISTERIO

POR CRISTINA PIZARRO

En voz desmayada y baja, de Ernesto Goldar

Buenos Aires: Vinciguerra, 2009.

“El silencio y el misterio”

Estamos ante un título que nos sitúa en el recogimiento, en un estado recoleto con nuestra alma. En voz desmayada y baja. Esa voz personificada nos conduce al silencio. Ese silencio del lenguaje a veces se convierte en desarraigo de la palabra, un abandono. No obstante esa visión del lenguaje como habitado por la derrota, por la frustración, que también se opaca en su significación, puede ser, el lenguaje como potencia, como figuración del deseo, como memoria velada, secreta. Se esconden los conflictos que podrían erigirse en una redención, como un augurio.

Será, entonces, el lenguaje poético el que atravesará el destino mediante las figuraciones, evocaciones, pliegues de la ensoñación. Ese lenguaje poético revela el espectro de las zonas inaccesibles de la conciencia y las vías postergadas y quebrantadas por lo azaroso de la vida. En el acto poético hay una evidencia del momento original de la escritura gestada en el hondo vivir y transitar por las situaciones en contacto con los otros. La conciencia de sí, la conciencia del poeta, que emerge de la palabra, se erige en las identidades en mediación con el mundo que habitamos. La palabra poética revela el gran misterio.

Asistimos a la resonancia de la palabra, su elocuencia, su propia fuerza de iluminación como la consecuencia del vacío de la propia voz, que está ligada a las resonancias de lo otro. El silencio tiende a la búsqueda de la iluminación en lo recóndito de ese mundo interior anidado en la voz del poeta. La palabra poética alcanza otros horizontes en la invención de un tiempo propio, de una intimidad de la historia tejida con las sombras de la presencia corpórea de los otros. La palabra poética es iluminación y también se acerca a la búsqueda de la verdad, elucida en el reconocimiento de la memoria y de la historia. Hay un intento de verdad poética aún conjugada con la fantasía.

El tono intimista nos remite a una violencia estética, con la ruptura del orden sintáctico, el coloquialismo que alcanza lo confesional. El verso se constituye en un orden propio, regulado por un movimiento inherente al mundo transitado por el goce y el dolor. Cada poema suscita múltiples resonancias cuyas reminiscencias se ligan a la nostalgia. Observamos un despliegue de sonoridades y ritmos que nos estremecen con interrogaciones que penetran en nuestra interioridad mental y física. La nostalgia exalta lo sensorial en un recorrido espacial por nuestra ciudad de Buenos Aires. Poeta y lector se unen en el acto poético entre los vaivenes del dolor corporal y anímico y del placer especulativo y de los sentidos. El poeta ejerce un desdoblamiento entre sus ensueños y la palabra verdadera surgida del intelecto. La voz desmayada y baja seduce, conmueve, altera nuestras percepciones, exalta nuestra duda ante la existencia, la soledad, nuestro ser en el mundo. Los poemas tienen una densidad magnética que despliegan resonancias infinitas, desde la fuerza originaria de la palabra hasta la creación propia de ese instante poético con sus ritmos, cadencias, alusiones, reiteraciones. Este alumbrar poético irrumpe como una auténtica experiencia poética.

Una estructura a manera de retablo políptico en cinco instancias: Poeta natural, Bien Polenta, Pastoral, Erdosain recobrado, Manera de valer.

El poeta natural tiene una promesa al aludir a la palabra diciente en ese tiempo heideggeriano que anhela al otro. (9) El poeta natural se funde con la mano en el acto escritural. (34) La indeterminación de ciertas situaciones otorga no sólo la imprecisión de la incertidumbre sino también el enigma en un final insólito: “y por encima tiembla una temperatura” (10). Tal vez los comienzos y finales insólitos de los poemas puedan relacionarse con el misterio de la vida: nacer y morir.

La sintaxis, la adjetivación, se ligan al nivel fónico para ensalzar al objeto libro.

A modo de oxímoron en la “semilla muerta”, (12) están el deseo y la adversidad. Con un matiz lingüístico de la palabra “aguante” que lo ubica en otra variedad, adquiere relevancia el Verbo, la fe y la esperanza.

Predomina a lo largo del libro el tono meditativo, intimista, coloquial y ciertos encuadres con interrogantes metafísicos y matices de oralidad, asociados a la nostalgia, a veces la desazón, lamento, recuerdos de los ‘tiempos borrados’. Hay un anclaje en el pasado en los sentimientos como ese beatus ille, sin embargo el poeta mira al porvenir. (“Nadie sabe lo que está por venir”, 24; “La insignia”, 53)

El poeta ve al otro, siente su proximidad, “un amigo que de repente muestra el otro rostro” (51). Hay un juego intertextual especialmente con esta Buenos Aires, el tango y el personaje Erdosain de Roberto Arlt.

En la última parte del libro la oralidad adquiere relieves a través del hipérbaton “ni otra cosa hacer” (101); esa violación sintáctica se constituye en elemento primordial para imprimirle al habla un aspecto más social.

El tiempo, el otro y la importancia de la reflexión, lo sistemático, lo intelectual, en Raro invento (103) se unen a su Ars poética en “Litigio” (99). La declaración confesional de Goldar se perfila en “Se eleva un instante” (110).

El último verso del poema Manera de valer, “el precio de la poesía es la vida” (129) erige al poeta como un ser comprometido con la historia que le toca vivir.